La magia de la reciprocidad: ¿Un círculo real o de la inventiva social?

26.01.2025

Nuestros días están llenos de conexiones invisibles, donde cada acto de generosidad, apoyo o cariño puede convertirse en un hilo que nos une. En el escenario que es la vida, la reciprocidad se convierte en puente, que fortalece relaciones, que milita la ternura y abre la puerta de la confianza y nos hace más humanos.

Tan importante es dar como recibir, la correspondencia es tensión.

Reciprocidad NO es "dar para recibir"; aunque si, es tan importante para el sentir humano dar como recibir; la correspondencia genera tensión y la tensión es vida, abre inframundos, explosiones mágicas, rincones escondidos, vulnerabilidades, aperturas sublimes.

Reciprocidad es construir un ciclo virtuoso donde lo que ofrecemos regresa transformado, enriquecido por el amor, el respeto o la gratitud de un otro. Es un diálogo constante de palabras, gestos, miradas, acciones, emociones, sentimientos, sensaciones, en fin, conexiones entre personas, comunidades y hasta generaciones, donde todos aportan y suman sin restas. Reciprocidad ES crecer.

Un gesto inesperado, un favor devuelto, un mensaje de aliento, un abrazo que agita el alma, un agradecimiento sincero, una respuesta random en el medio de la madrugada, descubrir correspondencias mágicas y ex-presarlas -sacar afuera de la prisión del alma-. Estas acciones, aunque simples y también complejas son capaces de generar impactos profundos. En el intercambio se refleja algo más grande: la voluntad de estar ahí para el otro, de reconocer su valor y su humanidad.

Y aunque la reciprocidad tiene un componente emocional, claro, íntimo, también nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad colectiva porque también ES, un acto político. ¿Sabemos en verdad lo que implica ser recíprocos? ¿estamos devolviendo lo que recibimos? ¿Estamos fomentando relaciones equilibradas y justas? ¿nuestra reciprocidad es espontánea y auténtica o sujeta al deber ser?

Cultivar la reciprocidad no es solo un acto altruista, es también una apuesta por un mundo mejor, idealista o no, contributivo desde el lugar que ocupo, al menos en las tramas cercanas. Cuando entendemos que el bienestar individual está ligado al bienestar del resto, dejamos naturalmente de actuar desde la soledad para empezar a construir desde el encuentro y lo colectivo.

Reciprocidad es propósito, pero no lleva etiquetas sino, no es.

Es un acto libre que parte del deseo profundo de querer caminar en la construcción de relaciones auténticas y desconstruir comportamientos predecibles e impuestos, categorizaciones y dobleces. Reciprocidad es coincidir, es un diálogo interno entre dos.

Cuando no es desde ahí, aunque se haga, no suma, ni resta… es peor, divide.

El conflicto no está en dar o recibir en sí, sino en el motivo. Dar por manipulación, por obligación o por alimentar el ego es vaciar de sentido un valor tan esencial.

Si el acto no es auténtico, si no parte del deseo de contribuir, es transacción.

Que hermosa sorpresa cuando las sincronías llegan, cuando el equilibrio es justo porque simplemente, nace y germina. ¿No?