El domingo no se deja mentir.
No se disfraza.
No se sostiene con luces bajas ni distractores fugaces.
El domingo viene desnudo, con olor a tiempo detenido
y preguntas que no saben esperar.

En cada alzaprima, un fragmento rescatado:
salpicaduras del mundo pegadas al paso.
Azul del cielo que acoges, verde de selva que late,
amarillo sol que abrasa la memoria entera.

En el umbral donde el alba apenas roza los párpados del mundo,
cuando el silencio aún no ha sido profanado por el nombre de las cosas,
una mujer —o quizás un susurro del viento—
despierta con los pies descalzos y un cuenco de cobre entre las manos.

Sobre mí

Mi nombre es Bettina Silva Carneiro. Miro con otros ojos y cuento historias.

Escribo desde que tengo memoria, tirada en el suelo del enorme patio de mis abuelos, entre naranjos y hortensias, mirando las constelaciones en el cielo.

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